ELEANOR
Y PARK
Esta
es la típica pareja que no saben cual es el tipo de relación que
tienen.
La
que no necesita muchas palabras para comprender lo que sucedía. La
que se toman de la mano y se miran con ojos cariñosos, y con ese
simple gesto, ya son felices.
Es
la historia de amor que se toma su tiempo para florecer. La que con
pequeños toques hacen la relación única, pero que abundan muchas
dudas, y dificultas, y que no entienden como llegaron a tal
situación.
Eleanor
y Park comenzaron a acercarse gracias a unos cómic que leía siempre
Park en el colectivo tanto de ida como de vuelta a la escuela. Luego
vino el tema de la música, y los roses, las tomadas de las manos...
las llamadas por teléfono... la necesidad de tenerse uno y otro. La
necesidad de protegerse... en lo único que importa es como es la persona y no como se ve...
En
fin, una historia tierna e inocente.
Es
una historia de amor y amistad, que me atrapó por el hecho de que es
real. ¿Alguna vez, no te has mirado al espejo mirándote fijamente,
tratando do averiguar que es lo que la otra persona ve en ti? ¿De
que a pesar de que diga que te quiere, te entran dudas, porque no
confías realmente, por que no te sientes como la otra persona te
describe? Y cuando al final, tomás la decisión de hacerle caso a tu
corazón, siempre algo sale mal. Siempre la ex novia o novio sale a
la luz, de una forma no muy agradable y más a un cuando ni siquiera
te bancas su sombra. La necesidad de sincerarte con la otra persona,
por más duras que sean las palabras.
Y
confesar que amas a esa persona, pero por alguna circunstancia, debes
alejarte de él, por más que no quieras...
Como
dije, es una historia real, en donde muestra la verdadera cara del
amor adolescente... Y QUE REALMENTE ME HISO EMOCIONAR
CITAS:
- 01 - “[...]
Park
Estaba
intentando recordar lo que había pensado la primera vez que la vio.
Aquel
día había visto lo mismo que todos los demás. Recordaba haber
pensado que ella se lo estaba buscando…
¿No
le bastaba con tener el pelo rojo y rizado… con tener la cara como
una bombonera…?
No,
no había pensado eso exactamente. Había pensado…
¿No
le basta con tener millones de pecas y la cara gordinflona…?
Qué
fuerte. Pero si sus mejillas eran preciosas. Con hoyuelos además de
pecas, algo que debería estar prohibido, y redondas como manzanas
silvestres. Le sorprendía que la gente no intentara pellizcarle los
mofletes constantemente. Seguro que la abuela de Park le pellizcaría
las mejillas cuando la conociera.
Pero
Park no había pensado nada de eso el primer día que la vio en el
autobús. Recordaba haberse preguntado si no le bastaba con tener ese
aspecto…
Además,
¿tenía que vestirse así? ¿Y comportarse así? ¿Y esforzarse
tanto en ser distinta?
Recordaba
haber sentido vergüenza ajena.
Y
ahora…
Ahora
la rabia le subía por la garganta solo de pensar que la gente se
burlaba de ella.
Solo
de pensar que alguien hubiera escrito algo tan grosero en su libro.
Se sentía como Bill Bixby antes de convertirse en Hulk.
Le
había costado muchísimo, en el autobús, fingir que la inscripción
no le había afectado. No quería agobiarla aún más. Park se había
metido las manos en los bolsillos y había apretado los puños. Y no
había dejado de apretarlos en toda la mañana.
A
lo largo del día, había reprimido las ganas de pegar un puñetazo a
cualquier cosa. O de daruna patada. Había tenido clase de gimnasia
después de comer y había corrido tan deprisa durante el
calentamiento que había estado a punto de vomitar el bocadillo de
atún.
El
señor Koenig, el profesor de gimnasia, lo había mandado a la ducha.
—A
refrescarse, Sheridan. Ahora. Esto no es el puto Carros de fuego.
Park
habría dado cualquier cosa por que su ira fuera legítima. Deseaba
con todas sus fuerzas experimentar ese mismo instinto de protección
sin sentir… todo lo demás.
Sin
tener la sensación de que también se reían de él.
En
ciertos momentos —no solo ese día sino desde que se conocían—
cuando intuía que los demás hablaban de ellos a sus espaldas, le
incomodaba estar junto a Eleanor. Como cuando la gente delautobús
estallaba en risas y Park sabía que se estaban burlando de ellos.
En
esos instantes, se planteaba la idea de alejarse de ella.
No
pensaba en cortar con ella. Nunca había llegado siquiera a
considerar la posibilidad. Solo… en poner algo de distancia.
Recuperar los quince centímetros que los separaban.
Lo
consideraba hasta que volvía a verla.
En
clase, sentada detrás del pupitre. En el autobús, esperándole.
Leyendo sola en la cafetería.
Cada
vez que volvía a verla, desechaba el pensamiento. Cuando la veía,
no podía pensar en nada.
Salvo
en tocarla.
Salvo
en hacer cuanto pudiera o fuera necesario para verla feliz. […]”
CITA:
- 02 - “[...] —Pregúntame por qué —repitió Park.
—¿Sí?
—Eleanor se sorbió la nariz.
—Sí.
—Vale.
Eleanor
miró su propio reflejo en la tapa tintada de la platina. Parecía un
fantasma con la cara gordinflona. Cerró los ojos.
—¿Por
qué te gusto siquiera?
Park
abrió los ojos.
Se
sentó y empezó a recorrer su cuarto. Se plantó delante de la
ventana, la que daba a casa de Eleanor, aunque estaba a una manzana
de distancia y ella ni siquiera se encontraba allí. Sostenía la
base del teléfono contra la barriga.
Eleanor
le había pedido que le explicara algo que él mismo no sabía cómo
explicarse.
—No
me gustas —le dijo—. Te necesito.
Park
supuso que Eleanor le pegaría un corte. Que le diría «Ja, ja, ja»
o «Por favor» o «Eso parece sacado de una canción de Bread».
Pero
Eleanor guardó silencio.
Park
volvió a la cama, sin preocuparse ya por el susurro del agua.
—Pregúntame
si quieres por qué te necesito —susurró. Ni siquiera tuvo que
decirlo. Por teléfono, en la oscuridad, le bastaba con mover los
labios y respirar—. Pero no lo sé. Solo sé que es así…
»Te
echo de menos, Eleanor. Quiero estar contigo todo el tiempo. Eres la
chica más inteligente que he conocido jamás, la más divertida, y
todo lo que haces me sorprende. Y me gustaría poder decir que esas
son las razones de que me gustes, porque eso me haría sentir como un
ser humano mínimamente evolucionado…
»Pero
creo que lo que siento por ti se debe también al color rojo de tu
pelo y a la suavidad de tus manos… y a tu aroma, como a pastel de
cumpleaños casero.
Park
aguardó a que ella dijera algo. No lo hizo.
Alguien
llamó con suavidad a la puerta.
—Un
momento —susurró él al teléfono—. ¿Sí? —dijo.
La
madre de Park abrió la puerta, lo justo para asomar la cabeza.
—No
muy tarde —dijo.
—No
muy tarde —asintió él.
La
mujer sonrió y cerró la puerta.
—Ya
está —dijo Park—. ¿Estás ahí?
—Estoy
aquí —respondió Eleanor.
—Di
algo.
—No
sé qué decir.
—Di
algo para que no me sienta tan bobo.
—No
te sientas bobo, Park.
—Guay.
Guardaron
silencio.
—Pregúntame
por qué me gustas —pidió Eleanor por fin.
Una
sonrisa asomó a los labios de Park. Notó una corriente cálida en
el corazón.
—Eleanor
—empezó, solo porque le gustaba pronunciar su nombre—, ¿por qué
te gusto?
Park
esperó. Y siguió esperando.
Luego
se echó a reír.
—Eres
mala —le dijo.
—No
te rías, que entonces me entran ganas de serlo.
Él
notó por su tono de voz que Eleanor sonreía también. Podía verla.
Sonriendo.
—No
me gustas, Park —volvió a decir—. Yo… —se detuvo—. No
puedo hacerlo.
—¿Por
qué no?
—Es
embarazoso.
—De
momento, solo para mí.
—Me
da miedo hablar demasiado —confesó ella.
—No
será demasiado.
—Me
da miedo decirte la verdad.
—Eleanor…
—Park…
—No
te gusto… —apuntó Park mientras se apretaba la base del teléfono
contra la costilla inferior.
—No
me gustas, Park —repitió Eleanor en un tono que, por un instante,
sonó como si hablara en serio—. Yo… —su voz casi se esfumó—
creo que vivo por ti. Park cerró los ojos y dejó caer la cabeza
contra la almohada.
—Ni
siquiera puedo respirar cuando no estamos juntos —susurró ella—.
Y eso significa que, cuando te veo los lunes por la mañana, tengo la
sensación de que llevo sesenta horas sin coger aire. Seguramente por
eso refunfuño tanto y te contesto mal. Cuando estamos separados, me
paso eltiempo pensando en ti, y cuando estamos juntos me invade el
terror. Porque cada segundo cuenta. Y siento que he perdido el
control. No soy dueña de mí misma, soy tuya. ¿Qué pasa si de
repente te das cuenta de que ya no te gusto? ¿Cómo voy a gustarte
tanto como tú me gustas a mí?
Park
guardó silencio. Hubiera querido que aquellas palabras fueran las
últimas. Deseaba dormirse con aquel «me gustas» en los oídos.
—Qué
horror —dijo Eleanor—. Sabía que debía cerrar la boca. Ni
siquiera he respondido a tus preguntas. [...]"
CITA:
- 03 - "[...] —¿Por qué no podemos vernos? —preguntó
Park. Su voz sonaba desgarrada y pura. Como recién nacida.
—Porque
mi padrastro está loco.
—¿Y
tiene que enterarse?
—Mi
madre se lo dirá.
—¿Y
ella tiene que enterarse?
Eleanor
pasó los dedos por el borde del cristal de la mesa baja.
—¿Qué
quieres decir?
—No
sé lo que quiero decir. Solo sé que necesito verte. Hablar como
ahora.
—Ni
siquiera me dejan hablar con chicos.
—¿Hasta
cuándo?
—No
sé, nunca. Es una de esas cosas que no tienen lógica. Mi madre no
quiere hacer nada que pueda molestar a mi padrastro. Y mi padrastro
disfruta torturándonos. Sobre todo a mí. Me odia.
—¿Por
qué?
—Porque
yo le odio.
—¿Por
qué?
Eleanor
deseaba con toda su alma cambiar de tema, pero no lo hizo.
—Porque
es mala persona. Créeme. Es de esas personas que se empeñan en
destruir todo lo bueno que hay a su alrededor. Si supiera que
existes, haría lo posible por separarte de mí.
—No
puede separarme de ti —dijo Park.
Ya
lo creo que puede, pensó Eleanor.
—Puede
separarme a mí de ti —le explicó—. La última vez que se puso
furioso conmigo, me echó de casa y no me dejó volver hasta al cabo
de un año.
—Qué
fuerte.
—Sí.
—Lo
siento.
—No
lo sientas —dijo Eleanor—. Sencillamente, no le pongas a prueba.
—Podríamos
vernos en el parque.
—Mis
hermanos se chivarían.
—Podríamos
vernos en otra parte. —¿Dónde?
—Aquí
—propuso Park—. Podrías venir a mi casa.
—¿Y
qué dirían tus padres?
—Encantados
de conocerte, Eleanor, ¿te quieres quedar a cenar?
Ella
se echó a reír. Quería decirle que no saldría bien, pero quizás
sí. A lo mejor.
—¿Estás
seguro de que quieres que me conozcan?
—Sí
—asintió Park—. Quiero que todo el mundo te conozca. Eres la
persona que me cae mejor del mundo entero.
Con
Park, Eleanor sentía que no corría peligro al sonreír.
—No
quiero ponerte en evidencia… —dijo.
—No
podrías ni aunque quisieras.
La
luz de unos faros se coló por la ventana.
—Maldición
—exclamó Eleanor—. Me parece que mi padre ha vuelto.
Se
levantó y miró por la ventana. Su padre y Donna estaban saliendo
del Karmann Ghia. Donna iba toda despeinada.
—Maldición,
maldición, maldición —repitió—. No he llegado a decirte por
qué me gustas yahora te tengo que dejar.
—No
pasa nada —dijo Park.
—Me
gustas porque eres amable —empezó Eleanor—. Y porque pillas
todos mis chistes…
—Vale
—se rio él.
—Y
eres más listo que yo.
—No
es verdad.
—Y
tienes pinta de protagonista —Eleanor hablaba a toda velocidad—.
Pareces el típico ganador. Eres muy guapo y muy bueno. Tus ojos son
mágicos —susurró—. Y despiertas mi instinto caníbal.
—Estás
loca.
—Tengo
que irme.
Eleanor
se inclinó hacia delante para colocar el auricular muy cerca de la
base del teléfono.
—Eleanor…
espera —dijo Park.
Ella
podía oír a su padre en la cocina y el golpeteo de su corazón por
todos sitios.
—Eleanor…
espera… Te quiero. […]"
CITA:
- 04 - "[...] —El cartero —le dijo el hombre, casi con
suavidad.
Park
se llevó la mano al corazón.
Eleanor
no le había escrito una carta.
Le
había mandado una postal. «Saludos desde la tierra de los diez mil
lagos», decía en el anverso. Park le dio la vuelta y reconoció la
caligrafía desigual de Eleanor. Mil letras de canciones acudieron a
su mente.
Park
se sentó. Sonrió. Algo macizo y alado despegó volando de su pecho.
Eleanor
no le había escrito una carta sino una postal.
De
solo dos palabras. [...]"