MAGNUS BANE Y ALEXANDER LIGHTWOOD (Alec)
¿Qué se puede decir de esta pareja?
La verdad que es genial. Y sinceramente, hes la primera vez que
una historia de amor de este tipo me interesa. Fue la primer historia
que me atrapó y lo hizo más que la de Jace y Clary... mejor dicho,
que todas juntas.
Aunque, sí sabía sus motivos y todo eso, pero me molestaba que
Alec como que no quería saber nada con Magnus y se negaba a todo lo
que sentía o hacían. Alec quería algo con Magnus, pero lo quería
dejar siempre todo en la oscuridad.
CITA: CIUDAD DE CENIZA – 02 – “[…] —Tuve una bronca con
una manada de hombres lobo. —Jace se pasó la camiseta azul por
la cabeza; una vez vestido, salió sin hacer ruido al pasillo
tras Alec—. Tienes algo en el cuello — comentó.
La mano de Alec salió disparada a la garganta.
—¿Qué?
—Parece la marca de un mordisco —comentó Jace—. ¿Qué has
estado haciendo fuera toda la noche?
—Nada. —Rojo como un tomate y con la mano aún pegada al
cuello, Alec empezó a recorrer el pasillo, seguido por Jace—. Fui
a pasear al parque. Intentaba despejarme la cabeza.
—¿Y tropezaste con un vampiro?
—¿Qué? ¡No! Me caí.
—¿Sobre el cuello? —Alec profirió un sonido, y Jace
decidió que era mucho mejor dejar de lado el tema—. [...]”
Y el beso que le dio Alec después de la batalla... oh Dios...
CITA: CIUDAD DE CRISTAL – 03 – “[…] Alec rodeaba con sus
brazos a Magnus y le estaba besando, en la boca. Magnus, que
parecía estar en estado de shock, permanecía paralizado. Varios
grupos de gente —cazadores de sombras y subterráneos por igual—los
miraban atónitos y cuchicheaban. Echando una ojeada a ambos lados,
Simon vio a los Lightwood, que, con los ojos desorbitados,
contemplaban boquiabiertos la exhibición. [...]”
Lo que hubiese dado por estar ahí en ese momento... que pena que
sólo sea un libro...
También, cuando se fueron los dos de viaje, me hubiese gustado
que contaran un poco más sobre eso, de lo que Jace decía de vez en
cuando, hablando de las fotos que les enviaban...
CITA: CIUDAD DE LOS ÁNGELES CAÍDOS – 04 – “[…] —¿Has
tenido últimamente noticias de Alec y de Magnus? —preguntó—.
¿Se lo están pasando bien?
—Eso parece. —Jace sacó su teléfono móvil del bolsillo y se
lo pasó a Clary—. Alec no para de enviarme fotos pesadas. Con
comentarios del tipo: «Ojalá estuvieras aquí... pero no lo
digo en serio».
—No te lo tomes a mal. Se supone que tienen que ser
unas vacaciones románticas. —Fue pasando las fotografías
guardadas en el teléfono de Jace sin parar de reír. Alec y Magnus
delante de la Torre Eiffel, Alec con tejanos, como siempre, y
Magnus con un jersey de rayas marineras, pantalones de cuero y la
típica boina. En Florencia, en los jardines de Boboli, Alec de nuevo
con sus tejanos y Magnus con una capa veneciana que le quedaba enorme
y sombrero de gondolero en la cabeza. Parecía el Fantasma de
la Ópera. Delante del Prado, Magnus con una brillante
chaqueta torera y botas de plataforma, con Alec en el fondo dándole
de comer tranquilamente a una paloma.
—Te lo quito antes de que llegues a la parte de la India —dijo
Jace, recuperando el teléfono—. Magnus envuelto en un sari. Hay
cosas inolvidables. […]”
Pero las cosas como siempre, se complican y todo porque una
antigua novia de Magnus apareció en la historia: Camille. Y en
cierta forma, gracias a ella, las dudas que habían quedado olvidadas
por un tiempo, por parte a ambos, salieron a la luz, como la cuestión
de la edad y la inmortalidad.
CITA: CIUDAD DE LOS ÁNGELES CAÍDOS – 04 – “[...] —¿De
verdad? —Alec miró a Camille con sorprendido interés—. ¿Sólo
con Magnus?
Magnus siguió su mirada y por vez primera —o eso le pareció a
Simon— miró directamente a Camille. Algo estalló entre ellos,
algún tipo de energía. La boca de Magnus se torció por
las comisuras con una nostálgica sonrisa.
—Sí —respondió Maryse, mientras la perplejidad se apoderaba
de su rostro al percatarse de la mirada que acababan de cruzarse el
brujo y la vampira—. Es decir, si Magnus está dispuesto.
—Lo estoy —dijo Magnus, despojándose de sus guantes—.
Hablaré con Camille para vosotros.
—¿Camille? —Alec, levantando las cejas, se quedó
mirando a Magnus—. Entonces, ¿la conoces? ¿O... te conoce
ella a ti?
—Nos conocemos. —Magnus se encogió de hombros, muy
levemente, como queriendo decir: «¿Y qué se le va a hacer?»—.
En su día fue mi novia.
—¿Tu novia? —Alec se había quedado pasmado. Igual que
Maryse. Y la verdad es que incluso
Simon estaba atónito—. ¿Saliste con un vampiro? ¿Con una
chica vampira?
—De eso hace ya ciento treinta años —dijo Magnus—. No la
había visto desde entonces.
—¿Por qué no me lo contaste? —preguntó Alec.
Magnus suspiró.
—Alexander, llevo vivo cientos de años. He estado con
hombres, con mujeres... con hadas, brujos y vampiros, e
incluso con un par de genios. —Miró de reojo a Maryse,
que estaba algo horrorizada—. ¿Un exceso de información, quizá?
—No pasa nada —dijo Maryse, pese a estar desvaída—. Tengo
que comentar un momento un tema con Kadir. Ahora vuelvo. —Se hizo a
un lado y se reunió con Kadir, para desaparecer acto seguido por
la puerta.
Simon se apartó también un poco, fingiendo querer estudiar con
atención uno de los vitrales de las ventanas, pero su oído
de vampiro era lo bastante agudo como para escuchar,
quisiese o no, todo lo que Magnus y Alec estaban diciéndose.
Sabía que Camille los estaba escuchando también. Tenía la cabeza
ladeada y los ojos entrecerrados y pensativos.
—¿Cuánta gente más? —preguntó Alec—. Aproximadamente.
Magnus movió la cabeza de un lado a otro.
—No podría contarlos, y no tiene importancia. Lo único que
importa es lo que siento por ti.
—¿Más de cien? —preguntó Alec. Magnus se quedó en blanco—.
¿Doscientos?
—Esta conversación me resulta increíble en estos momentos
—dijo Magnus, sin dirigirse a nadie en particular. Simon opinaba
lo mismo, y le habría gustado que no estuvieran teniéndola
precisamente delante de él.
—¿Por qué tantos? —Los ojos azules de Alec refulgían
en la oscuridad. Simon no sabía si estaba enfadado. Su voz
no sonaba rabiosa, sino simplemente apasionada, pero Alec era
una persona cerrada y tal vez su enfado no pudiera por ello llegar
a más—. ¿Te cansas en seguida de todo el mundo?
—Vivo eternamente —dijo muy despacio Magnus—. A diferencia
de los demás.
Parecía que a Alec le acabaran de dar un bofetón.
—¿Y permaneces con ellos mientras viven y luego te buscas a
otro?
Magnus no dijo nada. Miró a Alec; sus ojos brillaban como los de
un gato.
—¿Preferirías que permaneciese solo toda la eternidad?
Alec hizo una mueca.
—Me voy a ver a Isabelle —dijo, y sin mediar más palabras,
dio media vuelta y se marchó al Instituto.
Magnus, con la tristeza reflejada en sus ojos, se quedó
quieto viéndolo desaparecer. Pero no era una tristeza humana, pensó
Simon. Sus ojos contenían la tristeza de siglos, como si el borde
afilado de la tristeza humana se hubiera desgastado hasta irse
suavizando con el paso de los años, igual que el agua del mar
desgasta el canto afilado del vidrio. [...]”
Y todo eso trajo la ruptura entre Magnus y Alec, por las
desconfianzas, los temores... que desgracia...
CITA: CIUDAD DE LAS ALMAS PERDIDAS – 05 – "[...] “¿por
qué estás aquí ahora? ¿Una reunión social? ¿Solo de visita?
Explícamelo Alexander, si es que hay algo que me estoy perdiendo.”
Alec tragó duro. Seguramente había alguna forma de explicarlo.
Que había venido aquí a visitar a Camille porque ella era la única
persona con la que podía hablar sobre Magnus. La única persona que
conocía a Magnus, como él, no solo como el Gran Brujo de Brooklyn
sino como alguien que podía amar y ser amado, quien tenía
fragilidades humanas y peculiaridades y rarezas, corrientes de humor
irregulares, que Alec no tenía ni idea de cómo navegar sin un
consejo.
“Magnus,-“ Alec dio un paso hacia su novio, y por primera
vez, que él recordara Magnus se alejó de él. Su postura era tensa
y poco amigable. El estaba viendo a Alec del modo que se mira a un
extraño y un extraño que no te agrada mucho.
“Lo siento,” dijo Alec. Su voz sonaba rasposa e irregular en
sus propios oídos. “Nunca fue mi intención-“
“Estaba pensando en eso, sabes,” dijo Magnus. “Esa es parte
de por qué quería el Libro del Blanco. La inmortalidad puede ser
una carga. Piensas en los días que se extienden delante de ti,
cuando ya has visto todo y estado en todas partes. La única cosa
que no había experimentado era, envejecer con alguien – alguien a
quien amara. Pensé que quizás serías tú. Pero eso no te da el
derecho de hacer la longitud de mis días tu decisión y no mía.”
“Lo sé.” El corazón de Alec se aceleró. “Lo sé y no iba
a hacerlo-“
“Estaré fuera todo el día,” dijo Magnus. “Ven y saca tus
cosas del departamento. Deja la llave en la mesa del comedor.” Sus
ojos exploraron el rostro de Alec. “Se acabó. No quiero verte de
nuevo, Alec. O a ninguno de tus amigos. Estoy cansado de ser su
mascota brujo.”
Las manos de Alec comenzaron a temblar, tan duro que soltó su luz
mágica. La luz se apagó, y él cayó de rodillas buscando en el
suelo entre la basura y la suciedad. Al final algo se iluminó
delante de sus ojos, y se levantó para ver a Magnus sosteniendo la
luz mágica en sus manos. Brilló y parpadeo con una luz de color
extraño.
“No debería brillar así,” dijo Alec automáticamente. “Con
nadie que no sea un Cazador de Sombras.”
Magnus se la entregó. El corazón de la luz mágica estaba
brillando de un rojo oscuro, como el carbón en el fuego.
“¿Eso es por tu padre?” preguntó Alec. Magnus no respondió,
solo puso la piedra runa en la palma de Alec. Cuando sus manos se
tocaron, el rostro de Magnus cambió. “Te estás congelando.”
“¿Lo estoy?”
“Alexander…” Magnus lo jaló más cerca y la luz mágica
brilló entre ellos, su color cambiando rápidamente. Alec nunca
había visto a una luz mágica hacer eso antes. Puso su cabeza contra
el hombro de Magnus y dejó que Magnus lo sostuviera.
El corazón de Magnus no latía como el de los humanos. Era más
lento pero estable. A veces Alec pensó que era la cosa más estable
en su vida.
“Bésame,” dijo Alec.
Magnus puso su mano a un lado del rostro de Alec y amablemente
casi ausentemente, pasó su pulgar por la mejilla de Alec.
Cundo se inclinó para besarlo, olía a Sándalo. Alec apretó la
manga de la chaqueta de Magnus, sosteniendo la luz mágica entre sus
cuerpos, brillando en colores rosa, azul y verde.
Fue un beso lento, y uno triste. Cuando Magnus se alejó, Alec se
dio cuenta de que de alguna manera estaba sosteniendo solo la luz
mágica; la mano de Magnus ya no estaba. La luz era de un suave
blanco.
Suavemente, Magnus dijo, “Aku cinta kamu.”
“¿Qué significa”
Magnus se desentendió del agarre de Alec. “Significa te amo. No
es como si eso cambie algo.”
“Pero si me amas –“
“Por supuesto que lo hago. Más de lo que pensé que lo haría.
Pero aún hemos terminado,” dijo Magnus. “Eso no cambia lo que tú
hiciste.”
“Pero fue un error,” susurró Alec. “Solo un error.”
Magnus se rió cortante. “¿Solo un error? Eso es como llamar el
viaje inaugural del Titanic un accidente de bote menor. Alec,
trataste de acortar mi vida.”
“Era solo – Ella lo ofreció, pero lo pensé y no podría
haber seguido adelante con eso – No podría hacerte eso.”
“Pero tuviste que pensarlo. Y nunca me lo mencionaste.” Magnus
sacudió la cabeza. “No confiaste en mi. Nunca lo hiciste.”
“Lo hago,” dijo Alec. “Lo haré- Lo intentaré. Dame otra
oportunidad.”
“No,” dijo Magnus. “Y si puedo darte un consejo: Evita a
Camille. Se viene una guerra, Alexander, y no quieres que se pongan
en duda tus lealtades. ¿O sí?”
Y con eso, él se dio la vuelta y se alejó con las manos en los
bolsillos – caminando lentamente como si estuviera herido, y no
solo por el corte en su costado. Pero él estaba alejándose de
cualquier manera. Alec lo miró hasta que él se movió lejos del
brillo de la luz mágica y fuera de la vista. [...]"
Esta, sin duda, es la parte más dolorosa, pero tierna. Es decir,
a pesar de que se separaron y eso, lo que ellos sentían el uno por
el otro no cambio. El fuego y el deseo no se consumió, como ellos
esperaban. Y eso es lo que los animó en cierta forma a seguir
adelante...
CITA: CITY OF HEAVENLY FIRE – 06 – "[...] Alec se había
alejado de los otros y estaba en el sendero hacia el granero. Magnus
lo observaba acercarse. Una sombra negra contra el cielo oscuro.
― Es mejor amar y temer que no sentir nada. Así es como nos
petrificamos -- Dijo Caterina y toco su hombro -- Siento mucho lo de
Raphael, como sea. Nunca tuve la chance de decirlo .sé que le
salvaste la vida una vez.
― Y luego el me salvo a mi - dijo Magnus y miro a Alec
alcanzarlos.
Alec le dio un cortés saludo con la cabeza a Catarina.
― Magnus vamos a ir al lago -- dijo ― ¿Quieres venir?
― ¿Por que? - inquirió Magnus.
Alec se encogió de hombros ― Clary dice que es lindo -- él
dijo -- quiero
decir, lo he visto antes , pero había un enorme ángel saliendo
de el y, estaba distraído -- él tendió su mano ― Vamos, todos
irán.
Caterina sonrió ― "Carpe Diem" – le dijo a Magnus ―
No pierdas tu tiempo preocupándote.
Ella cogió su pollera y vago pasando por los arboles, sus pies
como flores azules en el césped.
Magnus tomo la mano de Alec. […]"
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