miércoles, 16 de julio de 2014

Eleanor y Park

ELEANOR Y PARK



Esta es la típica pareja que no saben cual es el tipo de relación que tienen.

La que no necesita muchas palabras para comprender lo que sucedía. La que se toman de la mano y se miran con ojos cariñosos, y con ese simple gesto, ya son felices.

Es la historia de amor que se toma su tiempo para florecer. La que con pequeños toques hacen la relación única, pero que abundan muchas dudas, y dificultas, y que no entienden como llegaron a tal situación.

Eleanor y Park comenzaron a acercarse gracias a unos cómic que leía siempre Park en el colectivo tanto de ida como de vuelta a la escuela. Luego vino el tema de la música, y los roses, las tomadas de las manos... las llamadas por teléfono... la necesidad de tenerse uno y otro. La necesidad de protegerse... en lo único que importa es como es la persona y no como se ve...

En fin, una historia tierna e inocente.

Es una historia de amor y amistad, que me atrapó por el hecho de que es real. ¿Alguna vez, no te has mirado al espejo mirándote fijamente, tratando do averiguar que es lo que la otra persona ve en ti? ¿De que a pesar de que diga que te quiere, te entran dudas, porque no confías realmente, por que no te sientes como la otra persona te describe? Y cuando al final, tomás la decisión de hacerle caso a tu corazón, siempre algo sale mal. Siempre la ex novia o novio sale a la luz, de una forma no muy agradable y más a un cuando ni siquiera te bancas su sombra. La necesidad de sincerarte con la otra persona, por más duras que sean las palabras.

Y confesar que amas a esa persona, pero por alguna circunstancia, debes alejarte de él, por más que no quieras...

Como dije, es una historia real, en donde muestra la verdadera cara del amor adolescente... Y QUE REALMENTE ME HISO EMOCIONAR



CITAS: - 01 - “[...] Park
Estaba intentando recordar lo que había pensado la primera vez que la vio.
Aquel día había visto lo mismo que todos los demás. Recordaba haber pensado que ella se lo estaba buscando…
¿No le bastaba con tener el pelo rojo y rizado… con tener la cara como una bombonera…?
No, no había pensado eso exactamente. Había pensado…
¿No le basta con tener millones de pecas y la cara gordinflona…?
Qué fuerte. Pero si sus mejillas eran preciosas. Con hoyuelos además de pecas, algo que debería estar prohibido, y redondas como manzanas silvestres. Le sorprendía que la gente no intentara pellizcarle los mofletes constantemente. Seguro que la abuela de Park le pellizcaría las mejillas cuando la conociera.
Pero Park no había pensado nada de eso el primer día que la vio en el autobús. Recordaba haberse preguntado si no le bastaba con tener ese aspecto…
Además, ¿tenía que vestirse así? ¿Y comportarse así? ¿Y esforzarse tanto en ser distinta?
Recordaba haber sentido vergüenza ajena.
Y ahora…
Ahora la rabia le subía por la garganta solo de pensar que la gente se burlaba de ella.
Solo de pensar que alguien hubiera escrito algo tan grosero en su libro. Se sentía como Bill Bixby antes de convertirse en Hulk.
Le había costado muchísimo, en el autobús, fingir que la inscripción no le había afectado. No quería agobiarla aún más. Park se había metido las manos en los bolsillos y había apretado los puños. Y no había dejado de apretarlos en toda la mañana.
A lo largo del día, había reprimido las ganas de pegar un puñetazo a cualquier cosa. O de daruna patada. Había tenido clase de gimnasia después de comer y había corrido tan deprisa durante el calentamiento que había estado a punto de vomitar el bocadillo de atún.
El señor Koenig, el profesor de gimnasia, lo había mandado a la ducha.
A refrescarse, Sheridan. Ahora. Esto no es el puto Carros de fuego.
Park habría dado cualquier cosa por que su ira fuera legítima. Deseaba con todas sus fuerzas experimentar ese mismo instinto de protección sin sentir… todo lo demás.
Sin tener la sensación de que también se reían de él.
En ciertos momentos —no solo ese día sino desde que se conocían— cuando intuía que los demás hablaban de ellos a sus espaldas, le incomodaba estar junto a Eleanor. Como cuando la gente delautobús estallaba en risas y Park sabía que se estaban burlando de ellos.
En esos instantes, se planteaba la idea de alejarse de ella.
No pensaba en cortar con ella. Nunca había llegado siquiera a considerar la posibilidad. Solo… en poner algo de distancia. Recuperar los quince centímetros que los separaban.
Lo consideraba hasta que volvía a verla.
En clase, sentada detrás del pupitre. En el autobús, esperándole. Leyendo sola en la cafetería.
Cada vez que volvía a verla, desechaba el pensamiento. Cuando la veía, no podía pensar en nada.
Salvo en tocarla.
Salvo en hacer cuanto pudiera o fuera necesario para verla feliz. […]”
CITA: - 02 - “[...] —Pregúntame por qué —repitió Park.
¿Sí? —Eleanor se sorbió la nariz.
Sí.
Vale.
Eleanor miró su propio reflejo en la tapa tintada de la platina. Parecía un fantasma con la cara gordinflona. Cerró los ojos.
¿Por qué te gusto siquiera?
Park abrió los ojos.
Se sentó y empezó a recorrer su cuarto. Se plantó delante de la ventana, la que daba a casa de Eleanor, aunque estaba a una manzana de distancia y ella ni siquiera se encontraba allí. Sostenía la base del teléfono contra la barriga.
Eleanor le había pedido que le explicara algo que él mismo no sabía cómo explicarse.
No me gustas —le dijo—. Te necesito.
Park supuso que Eleanor le pegaría un corte. Que le diría «Ja, ja, ja» o «Por favor» o «Eso parece sacado de una canción de Bread».
Pero Eleanor guardó silencio.
Park volvió a la cama, sin preocuparse ya por el susurro del agua.
Pregúntame si quieres por qué te necesito —susurró. Ni siquiera tuvo que decirlo. Por teléfono, en la oscuridad, le bastaba con mover los labios y respirar—. Pero no lo sé. Solo sé que es así…
»Te echo de menos, Eleanor. Quiero estar contigo todo el tiempo. Eres la chica más inteligente que he conocido jamás, la más divertida, y todo lo que haces me sorprende. Y me gustaría poder decir que esas son las razones de que me gustes, porque eso me haría sentir como un ser humano mínimamente evolucionado…
»Pero creo que lo que siento por ti se debe también al color rojo de tu pelo y a la suavidad de tus manos… y a tu aroma, como a pastel de cumpleaños casero.
Park aguardó a que ella dijera algo. No lo hizo.
Alguien llamó con suavidad a la puerta.
Un momento —susurró él al teléfono—. ¿Sí? —dijo.
La madre de Park abrió la puerta, lo justo para asomar la cabeza.
No muy tarde —dijo.
No muy tarde —asintió él.
La mujer sonrió y cerró la puerta.
Ya está —dijo Park—. ¿Estás ahí?
Estoy aquí —respondió Eleanor.
Di algo.
No sé qué decir.
Di algo para que no me sienta tan bobo.
No te sientas bobo, Park.
Guay.
Guardaron silencio.
Pregúntame por qué me gustas —pidió Eleanor por fin.
Una sonrisa asomó a los labios de Park. Notó una corriente cálida en el corazón.
Eleanor —empezó, solo porque le gustaba pronunciar su nombre—, ¿por qué te gusto?
Park esperó. Y siguió esperando.
Luego se echó a reír.
Eres mala —le dijo.
No te rías, que entonces me entran ganas de serlo.
Él notó por su tono de voz que Eleanor sonreía también. Podía verla. Sonriendo.
No me gustas, Park —volvió a decir—. Yo… —se detuvo—. No puedo hacerlo.
¿Por qué no?
Es embarazoso.
De momento, solo para mí.
Me da miedo hablar demasiado —confesó ella.
No será demasiado.
Me da miedo decirte la verdad.
Eleanor…
Park…
No te gusto… —apuntó Park mientras se apretaba la base del teléfono contra la costilla inferior.
No me gustas, Park —repitió Eleanor en un tono que, por un instante, sonó como si hablara en serio—. Yo… —su voz casi se esfumó— creo que vivo por ti. Park cerró los ojos y dejó caer la cabeza contra la almohada.
Ni siquiera puedo respirar cuando no estamos juntos —susurró ella—. Y eso significa que, cuando te veo los lunes por la mañana, tengo la sensación de que llevo sesenta horas sin coger aire. Seguramente por eso refunfuño tanto y te contesto mal. Cuando estamos separados, me paso eltiempo pensando en ti, y cuando estamos juntos me invade el terror. Porque cada segundo cuenta. Y siento que he perdido el control. No soy dueña de mí misma, soy tuya. ¿Qué pasa si de repente te das cuenta de que ya no te gusto? ¿Cómo voy a gustarte tanto como tú me gustas a mí?
Park guardó silencio. Hubiera querido que aquellas palabras fueran las últimas. Deseaba dormirse con aquel «me gustas» en los oídos.
Qué horror —dijo Eleanor—. Sabía que debía cerrar la boca. Ni siquiera he respondido a tus preguntas. [...]"
CITA: - 03 - "[...] —¿Por qué no podemos vernos? —preguntó Park. Su voz sonaba desgarrada y pura. Como recién nacida.
Porque mi padrastro está loco.
¿Y tiene que enterarse?
Mi madre se lo dirá.
¿Y ella tiene que enterarse?
Eleanor pasó los dedos por el borde del cristal de la mesa baja.
¿Qué quieres decir?
No sé lo que quiero decir. Solo sé que necesito verte. Hablar como ahora.
Ni siquiera me dejan hablar con chicos.
¿Hasta cuándo?
No sé, nunca. Es una de esas cosas que no tienen lógica. Mi madre no quiere hacer nada que pueda molestar a mi padrastro. Y mi padrastro disfruta torturándonos. Sobre todo a mí. Me odia.
¿Por qué?
Porque yo le odio.
¿Por qué?
Eleanor deseaba con toda su alma cambiar de tema, pero no lo hizo.
Porque es mala persona. Créeme. Es de esas personas que se empeñan en destruir todo lo bueno que hay a su alrededor. Si supiera que existes, haría lo posible por separarte de mí.
No puede separarme de ti —dijo Park.
Ya lo creo que puede, pensó Eleanor.
Puede separarme a mí de ti —le explicó—. La última vez que se puso furioso conmigo, me echó de casa y no me dejó volver hasta al cabo de un año.
Qué fuerte.
Sí.
Lo siento.
No lo sientas —dijo Eleanor—. Sencillamente, no le pongas a prueba.
Podríamos vernos en el parque.
Mis hermanos se chivarían.
Podríamos vernos en otra parte. —¿Dónde?
Aquí —propuso Park—. Podrías venir a mi casa.
¿Y qué dirían tus padres?
Encantados de conocerte, Eleanor, ¿te quieres quedar a cenar?
Ella se echó a reír. Quería decirle que no saldría bien, pero quizás sí. A lo mejor.
¿Estás seguro de que quieres que me conozcan?
Sí —asintió Park—. Quiero que todo el mundo te conozca. Eres la persona que me cae mejor del mundo entero.
Con Park, Eleanor sentía que no corría peligro al sonreír.
No quiero ponerte en evidencia… —dijo.
No podrías ni aunque quisieras.
La luz de unos faros se coló por la ventana.
Maldición —exclamó Eleanor—. Me parece que mi padre ha vuelto.
Se levantó y miró por la ventana. Su padre y Donna estaban saliendo del Karmann Ghia. Donna iba toda despeinada.
Maldición, maldición, maldición —repitió—. No he llegado a decirte por qué me gustas yahora te tengo que dejar.
No pasa nada —dijo Park.
Me gustas porque eres amable —empezó Eleanor—. Y porque pillas todos mis chistes…
Vale —se rio él.
Y eres más listo que yo.
No es verdad.
Y tienes pinta de protagonista —Eleanor hablaba a toda velocidad—. Pareces el típico ganador. Eres muy guapo y muy bueno. Tus ojos son mágicos —susurró—. Y despiertas mi instinto caníbal.
Estás loca.
Tengo que irme.
Eleanor se inclinó hacia delante para colocar el auricular muy cerca de la base del teléfono.
Eleanor… espera —dijo Park.
Ella podía oír a su padre en la cocina y el golpeteo de su corazón por todos sitios.
Eleanor… espera… Te quiero. […]"
CITA: - 04 - "[...] —El cartero —le dijo el hombre, casi con suavidad.
Park se llevó la mano al corazón.
Eleanor no le había escrito una carta.
Le había mandado una postal. «Saludos desde la tierra de los diez mil lagos», decía en el anverso. Park le dio la vuelta y reconoció la caligrafía desigual de Eleanor. Mil letras de canciones acudieron a su mente.
Park se sentó. Sonrió. Algo macizo y alado despegó volando de su pecho.
Eleanor no le había escrito una carta sino una postal.

De solo dos palabras. [...]"

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